Se apaga la magia, ocurre al despertar. ¿Lo sientes tú?
La ley del caos, arrancando las hojas, hojas de tranquilidad. Esquinas de recuerdos, atajos que no llevan a ninguna parte y calles de maldad. Los reflejos no tienen la misma intensidad, tantos rostros. Y el mío en el espejo no es quien soy. Caricias que derriten el amor, voces despedazando quimeras y una esperanza olvidada. Gatos en los tejados, jugando con la luna. Zombies en la ciudad.
Se escuchan plegarias, rodillas sangrando y no hay tal dios. La liberación es del alma, creo yo, no carnal. Mas, en el perfume de la vida, la peste de la muerte siempre está, jugando con máscaras que al final, no se sabe quienes son. Se sienten ojos filosos en la piel, queriendo traspasar, con una lengua que te quita sanidad. Por el odio que te tienen, por no ser igual.
Engendros cargando cruces, redactando aquella historia que jamás será. Y ese dios al que claman, pisandoles la yugular. Flechas grises directo al corazón, no sienten, no avanzan, el juicio tirado por doquier. Sin razón. Sin nada. El viento viejo, respirandolos. El sol negro, turbandolos.
Son muertos en vida, mas nada que decir. Son muertos en vida, aquí no quiero seguir.
El viaje sigue, dice mi amada fatal.
No hay que huir, grita mi fuerte cristal.
Firme seguir, hacia la prosperidad.
Cierra los ojos, que ahí está.