piel tus frágiles dedos,
malditos ojos que me lavan las costillas.
¡Maldita!
las veces que te vi desnuda sobre mi pecho,
maldita forma de dormir
y verte los huesos.
¡Maldita yo!
que me enamoré de tu tenue figura
y dejé de existir en luz propia,
malditas las cosas que formaban aquel mundo
y nos rodeaba de anocheceres...
y las campanas en tu oído entonando mis pesares.
Maldita mi necedad,
mi necesidad de alcanzarte,
boca reseca sobre tu pezón ardiente,
maldita yo que quise tenerte siempre...
y no fue así.
Imagen tomada de: bleeblu |