Dije que te seguiría hasta el mismo infierno sosteniendo tu mano, con mis ojos intactos pero me has cerrado la puerta.
9 de Mayo
Ya nada: cargaba el nombre de un fugitivo como yaga que no sana, cargaba la fatal sensación que adormecía mi carne y como a placer no me resignaba.
El panorama estaba lleno de incertidumbre: entendía y no entendía (a veces sentía que me encontraba halando una soga que estaba algo rota pero no se desprendía del todo... y que yo, aún sabiendo que en cualquier momento se rompería y me quedaría sin nada, me esforzaba más en no soltarla).
El caos a media noche abría grietas en mi suelo y la fuente quebrada llenaba los espacios. Algo sabía: que había puesto en marcha su viaje en búsqueda de su lugar y que mi lugar era el suyo, pero también, algo quería saber: ¿cuándo lo encontraría? y mientras tanto ¿que ocurriría conmigo?...
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