miércoles, 21 de diciembre de 2016

Última primera vez.

Que insensible se torna la noche sin su presencia,
que irremediable desprecio hacia el amanecer.

Ya no me toca más desde la última primera vez:
su boca devorando mis senos, 
sus ojos en mi memoria. 

Fuego una última primera vez.

Ya no sus dedos sobre la sonrisa baja 
y ya no la humedad en su cama. 

Solo una última primera vez. 

Que atroz el viento nocturno que ya no toca la puerta, 
que desdicha no poder dormir sin mirarte antes. 

Fuego dormido,
fuego reservado, 
fuego atolondrado. 

Sobre mi sala deshabitada,
ruego fuego, 
una nueva última primera vez.

Caigo al suelo.




Llanto y fuego

Llora,
llora si el pecho se te parte en dos
y el amor se desborda.
Llora
y lávate los lunares del cuello
para que los pueda ver mejor.
¿Acaso basta una noche para amar pensando?
Llora
y pronuncia mi nombre despacio,
fúmalo hasta desgastarlo
y luego bota la colilla para que no te lastime más.
Apresura tu llanto
y no te resistas
que el amor no trae consigo un ramo de rosas muertas,
le trae espinas para adornarte el ruedo.
Llora
y ámame lentamente,
tócame en tu cuerpo
y quémate los dedos,
gime hasta que mi sombra tu boca seque.
Date las vueltas y
sedúceme en tu llanto,
rugido sombrío,
que a la mar solo le hace falta tu palpitar.


Torpes instintos

Sabiendo que mi cuerpo vibra 
y solo quiere suspirar. 
¡Intenso!
Instintos a centímetros de tu piel 
y se detienen, 
y se entorpecen.
¡Qué difícil es tenerte cerca!  

Sostengo tu mano para no quebrarme 
y respiro hondo para evitar besarte de más. 
¡Torpes instintos!
atormentados instintos por tu presencia, 
atormentados por tu ausencia. 

Que pasión tan criminal que no me deja aceptar 
y solo rendirme, 
que torpeza tan grande no mirarte mas de tres segundos, 
para explicarte con ellos que me desbaratas cuando te acercas 
y me vacías cuando te vas.
Tan difícil es tenerte cerca, 
profundo puñal.




jueves, 8 de diciembre de 2016

Mueca y vacío

Se apiadó de mi la sonrisa irónica,
mientras veía pasar los buses a lo lejos
y la gente apresurada.
Se apiadó,
y posó sobre mis ojos el cielo gris
y luego se dibujó una especie de mueca.
Vi llegar al chico por la suya:
Tal vez tormento,
tal vez caricia,
tal vez solo un día,
la tomó de su mano
y se la llevó.
Cinco segundos al vacío.
Ya no hay nada.
El joven del móvil,
el viejo del brazo guindado,
la señora de la derecha cortando papeles,
mi figura inmóvil.
Pensativa,
divagando.
Solo divagando
y luego imaginando.
Finalizo recreando:
Tantos cerebros,
tantos cuerpos,
pocas almas,
nadie
y los vacíos.
Justo allí,
se apiadó de mi la sonrisa irónica.