que irremediable desprecio hacia el amanecer.
Ya no me toca más desde la última primera vez:
su boca devorando mis senos,
sus ojos en mi memoria.
Fuego una última primera vez.
Ya no sus dedos sobre la sonrisa baja
y ya no la humedad en su cama.
Solo una última primera vez.
Que atroz el viento nocturno que ya no toca la puerta,
que desdicha no poder dormir sin mirarte antes.
Fuego dormido,
fuego reservado,
fuego atolondrado.
Sobre mi sala deshabitada,
ruego fuego,
una nueva última primera vez.
Caigo al suelo.