lunes, 8 de agosto de 2016

Madrugadas...





Las madrugadas no son tan malas del todo, solo son silenciosas. Vas dejando la vida almacenada de a poco en las madrugadas. Lo he sentido; es como la fragilidad de un lapicero y la inestabilidad de mis palabras reinventadas. No le digas a las mañanas lo que sientes en las madrugadas, no le susurres a los atardeceres que mueres porque sea eterno, esto también sirve. Las lecturas y las canciones, los ojos que tratan de ya no observar interiores, la lengua salada de tanto saborear iniquidades, solo son el tormento de quien se bloquea en una verdad efímera. El miedo es sagrado tanto como el tiempo, la felicidad viene a carrera detrás, y te toca la espalda, y se va. No le digas que se quede; ella sola volverá, en otros cuerpos, en otras memorias, pero siempre volverá. Las madrugadas son enemigas de los que les incomoda soñar. El trago y las calles vacías, las luces y los semáforos dañados. El señor y la señora vida desgastada y aprendida con el caminar. Repito, no existen edades en las madrugadas, no existe el olvido, solo silencio y una que otra alma paseándose hasta despertar.

GRIETAS...




De a poco se van abriendo las grietas en mi cabeza, y me la quiero arrancar con la mano que escondo de lo marginal. Me atrevo unos minutos a pensar que las sinapsis son obras marchitas de un corazón en aprietos; que busca subsistir, sobrevivir. -¡Ya no hay vida!- grita el dañado. -¡Es mejor así!- dice un cobarde. Luces ficticias rodean la sombra de los pies que han perdido la magia. Luna nueva, luna llena en los cielos rotos. En un espejo veo lo que queda de mí, y vuelvo a pensar; o tal vez, imaginar, que ya no tengo un cuerpo que arañar, que ya no tengo cabellos que alborotar, que mis tripas ya no rugen pidiendo mariposas, que ya no espero. Pero solo se queda en eso, más sinapsis de un corazón en aprietos, de amores contrariados como menciona Marquez. ¡Que belleza ni que ocho cuartos! La naturaleza es hambrienta y corrompe el pensamiento del mas fuerte dejándolo sin armas, te coloca gusanos en las costillas y luego te las besa. Deja que se caigan los pedazos en las manos, y luego sopla. Mira los restos en el aire, la naturaleza hambrienta; eso es belleza. Las grietas, digo, es un nuevo laberinto que ha concebido mi alma, un chiste para la sociedad que adultera el amor, que le sonsaca lo gris y le pinta los labios cuando llora.