Nostalgia.
Cuando no teníamos edad,
inventábamos bares.
Las camas,
las esquinas,
siempre un espacio con buena música
y las charlas de como la felicidad
le ponía el pie en el cuello a la amargura.
Ahora que se cuentan hasta los segundos
de nuestras nefastas vidas,
solo bebemos el silencio
de una memoria exquisita
y atrozmente nos embriagamos...
sollozamos,
apretamos dientes
y ensangrentamos el suelo.
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