Una carta
11 de Mayo
Retorné internamente a mi adolescencia: como quien se ilusiona por primera vez y cree que es amor para luego experimentar el dolor de la lejanía al no tenerle: Un dolor dulce e inocente, un dolor pausado y ardiente. Pero, esto no era solo ilusión: mantenía yo la ilusión de que aquel amor siguiera el rumbo escogido del principio, pero, en realidad estába sintiendo en el nivel más alto que se pueda llegar a sentir por alguien, a tal punto de no saberte más, de no ser más. (Como un sarcófago vacío) al perderle. Le escribí una carta sencilla, le escribí la carta y me la guardé en el bolsillo. Me quedé con las ganas de hacer todo lo que le escribí, me quedé con las ganas de entregarsela.
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"Aún tengo las ganas de leerte aquel libro mientras tú, recostado sobre el césped admiras la noche; mi voz, y escuchas plácidamente lo que las letras descubren en tí. Aún tengo las ganas de ir y tocar tu rostro, y tú mientras cierras los ojos me dices que sientes amor. Tan simple como las pequeñas cosas de la vida. Aún tengo las ganas del cine y el café, de tu mano con la mía y unos pies en el paraíso de cualquier calle. Aún tengo las ganas de seguir luchando aunque ignores el mínimo esfuerzo que hago, aunque eso me mate lentamente. Entonces digo: Es que me gusta morir… en tus besos, en tu ojos, en tus manos. Morir en tu memoria y allí quedarme sepultada. Morir en tu corazón y cumplir con mi palabra: Suya eternamente. Y que la eternidad sea mientras me quieras, mientras la magia que sostengo en mis ojos sigan ayudando a levantarte. Mientras mi mano ensangrentada siga sostiendo la tuya que se afloja los dedos de a poco. Aún tengo las ganas, mientras vivas en mí y hasta que muera en tí".
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