Con un puñado de dagas en mi pecho
me mantengo en pie diciendo:
No he soltado tu mano,
que mis ojos son las ventanas de tu casa
y que ahora todo se ve gris al abrirlas,
que mi presencia es el mismo reflejo
de tu sensibilidad humana.
Con mis comisuras escondidas en el laberinto de la huida
y con mi corazón medio roto,
medio tonto pienso:
Ignorar la felicidad contribuye
a que a uno prefiera retirarse,
y de pronto verse junto al dolor
y ya no sostenerse.
Pues tuve unas manos que limpiaban mi rostro
y me obsequiaban vino para descansar,
tuve una sonrisa que me explicaba
que no hay lugar para los miedos,
tuve unos ojos,
dos miradas...
Tengo espirales,
ya no tengo vueltas,
tengo solo la tinta...
sangre,
lágrimas secas
y sonrisas desprevenidas,
ya no tengo mi mano,
¿recuerdas?
tengo la marca de la vida
que me quita vida.
y es que ahora te tengo
y no te tengo.
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