En el fondo de los miedos, donde los ángeles tienen prohibida la entrada, existe una cueva tan oscura como la noche, en la cual habita una niña con pies descalzos y manos frías. Lino blanco cubre su frágil y pardo cuerpecito , y su rostro unos cuantos rizos. Cuando llegaba la media noche se posaba sobre una roca y con voz atormentada cantaba: las niñas buenas no lloran, es eso lo que la cobardía añora... y se echaba al suelo a contemplar la luna que en sus arullos la hacia dormir. Cuando despertaba encontraba siempre una rosa en su pelo y espinas en sus manos. Inocente creía que los duendecillos eran quienes hacían travesuras mientras descansaba, pero no era así. La niña de voz atormentada no dormía por las noches , la luna la llevaba a su jardín, allí donde crecen rosas con olores que te sientes morir. Su cabeza, de donde provenía la magia que la hacia cuerda en su propia locura, de donde despertaban los únicos demonios que le traían dulzura, los mismos que cada media noche le hacían repetir: las niñas buenas no lloran, eso es lo que la cobardía añora, y en aquella roca la echaban a dormir.
Señora luna, buenas noches,
hoy iré nuevamente a mi jardín,
si quiere usted le traigo flores,
esas con aroma a las hadas de la muerte sutil.
La niña... mi niña
ResponderEliminarGracias por animarme a publicar este post, Pitar. :)
Eliminar