miércoles, 16 de noviembre de 2016

iD´

Recuerdo que la primera vez que vino hacia mi, tenia el cuerpo tenso y su rostro desesperaba, como si se sintiera culpable por cada minuto que se fue de más. Pensé: Si, sabe lo que quiere pero no sabe por qué lo quiere. Se acercó y me saludo de tal manera que todo parecía natural (como si su cuerpo y el mio se hubieran juntado antes) Si, como la sonrisa que forman sus pequeños labios. No es tan triste como yo, o tal vez aún no conozco su tristeza y eso hace más interesante su existencia. 

Allí se sentó y prosiguió en sus pensamientos, mientras yo buscaba la forma de escaparme de los miedos y de no tropezar con las palabras. Al rato sentí su mirada fija sobre mí y empecé a asustarme. Si, yo. Y es que fue su mirada penetrante la que me desbarató. Tendría que hablar mucho más sobre esa mirada particular pero las letras tiemblan. 

La conversación fue ligera pero profunda. Lo digo por el aroma del ambiente que enjugaba nuestra estancia. Por momentos callábamos... y yo pensaba en qué preguntarle, en qué contarle. Luego comprendí aquellos vagos silencios: lo hacia para mirarme y yo para mostrarme ante esos ojos brillosos de nostalgia perdida, y fácilmente me deje atrapar en su inocencia y fácilmente me empezó a amar. 

No puedo escaparme de esa mirada, lo intento pero su fuego es tan directo que me hace cenizas el alma, y me vuelve a dibujar la silueta cuando dice: ¿Qué pasa? y sonríe. Y yo solo recordaba lo que le dije cuando me presenté:

...y así sucede de repente: que la vida se encarga de presentarte seres inimaginables con solo un suspiro de magia, y se convierte en una nueva historia.

 y suspiraba.


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